El
tiempo pasa de forma inexorable
y hace
que recorramos las sendas que antes pisaron nuestros padres.
Miramos en el pasado y nos reflejamos
en el
espejo desgastado de hace casi cuarenta años.
Cómo se
notan los días. Son las siete y aún es de noche. Si no estuviera lloviendo se
vería alguna claridad. Pero con las nubes la mañana está más oscura.
Es
bueno que llueva ahora. El otoño está siendo muy seco y tenemos que sembrar. Lo
malo es que como está lloviendo no se va a ir el humo, no corre el aire.
Si
pudiese sacar el camión a la plaza… Pero este modelo, con el bloqueo
hidráulico, hasta que no se carguen los calderines
no hay quien lo mueva.
¡En
fin! Son cinco minutos… Y con las portadas y la puerta del corral abiertas
algún humo se irá.
No
quiero acelerar, si acelero voy a despertarlos y ésta aun puede dormir un rato
más. Los chicos hasta las nueve y media no se levantan y la chica con
levantarse a las ocho y media puede ayudar de sobra.
¡Es una
mujer! A ver si el novio encuentra trabajo y se casan. Si quisiera aprender con
el camión… Se lo tengo que decir, a ver qué piensa.
El
mayor es ya un hombre. ¡Dieciséis años! Yo con su edad… A ver si este año
mejora las notas y no pierde la beca. Si la chica se casa el desembolso es muy
alto. ¡Y el colegio menor es una sangría!
Y los
pequeños… ¡Dios dirá! Con siete y nueve años poco se les puede pedir. Los dos
son aplicados. Uno ya en cuarto y el pequeño en tercero y debería estar en
segundo. ¡Pero es listo y pilla todo al vuelo! Cuando les toque estudiar fuera
se hará el esfuerzo.
Cinco
kilos de presión. A los cinco y medio se desbloquea. Hoy a Alameda de la Sagra,
a por rasillas. Si se da bien puedo volver a comer. ¡Eso si no están pesando!
Si están pesando toca comer en Tarancón, si me pillan con dos mil kilos más me
inmovilizan el camión…
¡Cinco
y medio! ¡Vámonos!