Un año más puedo ir y gritar:
¡Viva el Santísimo
Cristo de los Pastores!
Mañana vuelvo. Y ya ha pasado un año.
Hace años iba más veces. Sobre todo en verano. Pasaba una quincena en la casa de mis padres, la arreglaba, retejaba, quitaba las humedades…
Ahora ya sólo para la fiesta.
La casa ahora la mantiene mi hija. Ella va durante el verano con sus hijos. Ella es ahora la que pasa una quincena en el pueblo.
Yo no puedo ir tanto tiempo. No puedo quedarme lejos de mi centro de salud. No me atrevo. Solo no puedo ir y si está mi hija no quiero hacerlo para no estorbar.
Pero en el Cristo es diferente. Sólo tengo esa relación con el pueblo. Sólo son dos días. Mi hija hace el esfuerzo de ir para que yo también vaya. Siempre cae en época de exámenes y sé que sus hijos se esfuerzan por ir y aprobar.
Mañana dormiré de nuevo en el pueblo. ¿Cuántos noches más me dará tiempo a dormir?
Dormiré en la casa que me vio nacer, pero no en la que me verá partir.
Ahora ya no se muere en las casas. Mi padre murió en su casa. Atendido por mi madre. Le ayudaban mis hermanos, los que se quedaron en el pueblo. Los que estábamos fuera sólo ayudábamos un poco cuando íbamos, unos más, otros menos.
Mi madre no murió en su casa, murió en casa de hermana pequeña, pero en el pueblo. Coincidió así. Murió el mes que me tocaba tenerla a mí. Le dio trombosis y duró diez días. Si hubiese aguantado una semana más sin caer enferma le hubiese dado en mi casa y hubiese muerto en el hospital. Como me tocará a mí.
Mañana son los toros, como siempre. Intentaré bajar a la plaza a asomarme. Dice mi hija que le han dicho que este año pondrán vallas alrededor de toda la plaza. Siempre encontraré un hueco para poderme asomar.
Pero antes iré a las Vísperas. ¿Qué coro traerán este año? Seguro que el mismo que el año pasado. Creo que se llama “Alonso Lobo”. Son de Cuenca y cantan muy bien. Me sentaré en los bancos de los hermanos. ¿Cuántos faltarán este año? ¿Cuándo faltaré yo?
Y por la noche el Credo. Si hace frío, y lo hará, yo no me muevo de mi casa. Y la pólvora la veré desde la ventana de la cámara. Como ahora la hacen en la piscina la puedo ver muy bien. Antes la hacían en el Coso, en la Cávila… Pero entonces yo era más joven.
Lo que no me perderé será la misa el domingo. Tengo que ir pronto, si no no me quedará sitio en los bancos de los hermanos. El cura también es viejo, pero está bien. Un poco pesado se pone ya… Cuando ve la iglesia llena se anima a dar sus consejos y todos los hermanos nos miramos con una sonrisa de complicidad.
Y luego a saludar en la subasta a todos los que vayan. Cada vez va menos gente. Normal, nos vamos muriendo… Y los que viven fuera van perdiendo la tradición. El año pasado me cansé mucho en la subasta, pero bajaré.
Sobre las ocho pasará la procesión por mi casa. Un año más. ¿Cuántos años más podré abrirle yo la puerta?
Desde mi casa a la iglesia acompañaré al Cristo. Y de nuevo, como hago desde hace años, me despediré de Él en la puerta mientras suena el himno de España.
Lloraré. ¡Seguro! Siempre me pasa, pero aun con el ahogo de la emoción, cuando el himno acabe gritaré: “¡Viva!” cuando griten “¡Viva el Santísimo Cristo de los Pastores”.