A gran devoción
grandes festejos
Este año se han cumplido ochenta años del fin de la guerra.
Hoy se cumplen ochenta años de la primera fiesta del Cristo
después de la guerra. Tal día como hoy de hace ochenta años la procesión del
Cristo salió a la calle después de dos años sin celebrarse.
En mil novecientos treinta y seis las imágenes del Cristo, de la Virgen y de otros santos fueron quemadas. Se salvaron las cabezas del Cristo y de la Virgen, que fueron rescatadas
por dos fieles vecinos, arriesgando su vida.
En mil novecientos treinta y siete y en mil novecientos
treinta y ocho no hubo procesión ni actos litúrgicos. No hubo fiesta. La guerra
había secuestrado a los hombres jóvenes y con ellos secuestró las ilusiones de
los padres de los solteros reclutados y la vida de los hijos y esposas de los casados.
Tal día como hoy, el veintiocho de mayo de mil novecientos
treinta y nueve, salió de nuevo la procesión, pero esa procesión fue diferente.
No había imagen. El Santísimo Cristo de los Pastores había sido quemado al
inicio de la guerra.
Pero la devoción de los villarejeños fue fuerte, como siempre ha sido, y la
imagen en tres dimensiones fue sustituida por una en dos. Una fotografía de
nuestro venerado Santísimo Cristo de los Pastores presidió la procesión
y paseó por las calles de Villarejo de Fuentes visitando cada una de las
puertas de sus devotos vecinos.
A mis siete años quedaron
grabadas en mi retina las lágrimas de las gentes que, cuando ese cuadro de
Jesús se encaraba con la puerta de su casa, brotaban de sus ojos desnutridos,
como si quisieran limpiar los sufrimientos de casi tres años de guerra y
calamidades.
Durante aquella fiesta, algunas mujeres del pueblo que
habían sufrido abusos y robos de los cabecillas de los desmanes, subidas a un
cajón, improvisaron coplas denunciando, con cómicos aspavientos, los robos de
jamón, trigo, vino, leche, animales…
No fue una fiesta normal, no. Pero fue el inicio de la
vuelta a la normalidad.
Ochenta años ya… ¡Y parece que fue ayer!