Todo hombre tiene dos caras:
El hombre que finge ser y el que es en realidad.
¡Hola bonita!
Te ha aguantado bien el maquillaje…
El disfraz ha funcionado. Como casi siempre.
Elegí bien el color de la barra de labios. Me aconsejó bien
la de Yves Rocher. Este “Grand Rouge” ha aguantado toda la noche y, por las
miradas que recibía, resaltaba sobre el resto de la pintura.
¿Quién eres? ¿Quién soy?
Te veo ahí, al otro lado del espejo, y veo una cara bonita,
atractiva, luminosa…
Me siento aquí, a este lado del espejo, y siento mis dudas,
mis ansías, mis deseos, mis cuitas…
¿Quiénes somos?
Los demás te ven a ti. Yo me siento a mí.
Los demás ven esos labios rojos. Esos ojos sombreados de
azul. Esas cejas alargadas por el rímel. Esos pómulos pintados. Ese pelo
tintado…
Yo siento mis labios resecos. Mis ojos cansados. Mis patas
de gallo. Mis ojeras. Mis canas. La presión en el pecho. La quemazón en el
alma. Mi vivir sin vivir…
¿Quién soy?
¿Soy quien aparento ser o soy quien siento que soy?
¿Quién?
A nadie le cuento mis anhelos. Solo yo conozco lo que
quisiera hacer. Y sé que no es posible. ¡Tú me lo impides!
¿Quién eres?
Vistes mostrando lo mejor de mí y disimulando aquello que
detesto. Eres una sombra de lo que realmente soy. Una sombra bonita, luminosa, seductora…
Pero una sombra.
Tú no sientes lo que yo. Solo finges ser lo que a mí me
gustaría ser. Finges, sí, finges, porque yo sé que no eres como pareces ser.
Porque sé de tus sueños. Porque sé de tus desvelos. Porque sé de tus miedos.
Porque sé de tu arrojo. Porque sé quién eres.
Sí, sé quién eres. No eres quien veo. Eres quien siento. No
eres quien ven. Eres quien siento. No eres a quien miran. Eres quien siento. No
eres a quien desean. Eres quien siento.
Sí. Sé quién eres.
Sí. Sé quién soy.
Y en un par de minutos te voy a quitar la pintura que llevas
encima para volver a ser yo y dejar ser tú.
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