viernes, 12 de diciembre de 2014

Reflexiones al acostarse

Al acostarnos, después de rezar,
las reflexiones nos inundan.


Amén. Gracias señor por haberme ayudado y haberme guiado para conseguirlo.

Mañana de nuevo a trabajar. Media hora con el coche y empezará  mi primer día en este nuevo trabajo.

¡Más de año y medio hasta llegar aquí! Dos oposiciones. Meses de trabajo. Días y días de estudio. Y muchas horas dedicadas a que él entendiera el temario en detrimento de mi estudio.

Ha sido un encaje de bolillos. Pero mañana empiezo.

Cartas y cartas con mi currículum. ¿A cuántas empresas lo habré enviado? ¿Cien? Yo creo que más de cien.

¡Y me han contestado cinco! De las cuales sólo dos serían interesantes.

En ellas ganaría más, pero a quinientos kilómetros de aquí.

¡Y me dice que debería renunciar a mi plaza! Dice que yo puedo trabajar donde quiera y que él no va a tener otra cosa, que va a ser un desgraciado. No lo entiendo.

Deberían estar contentos por mi logro y parece que están de duelo. ¡Por mis logros! Si él ha quedado el primero de la reserva es por mi ayuda y por mi ánimo.

Y luego dice que “tiene dos dedos” y que “¿cuál me cortaré que no me duela?”

Vista la alegría que tienen por mí, creo que uno de los dedos es postizo.

Pero me da igual lo que diga ella, ¡mi madre!, y lo que digan los demás. ¡Lo he conseguido!

Me gustaría verlos alegres disfrutando de la miel que he alcanzado. El triunfo es mío y ellos quieren quitármelo. Es difícil de entender. Hijos somos los dos.

Mañana empiezo a trabajar. Mañana es el primer día del resto de mi vida.

He de dormirme ya. ¡Mañana a disfrutar!

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