lunes, 14 de diciembre de 2015

Carta a los Reyes Magos y a Papá Noel

Queridos Reyes Magos y Papá Noel:

Este año me he retrasado y he hecho mi carta para vosotros un poco tarde. Por eso he decidido enviárosla electrónicamente para que podáis leerla cuanto antes.

Sé que revisáis lo que escribimos en las redes sociales y que no perdéis detalle. Sé que revisáis las historias que publicamos en los blogs personales.

Por eso sé que leeréis esta carta. Y sé que la leeréis porque este relato puede ser la historia de uno de vosotros. O la historia de los cuatro. O puede ser la historia de muchas personas… Y puede que ya lo hayáis leído en otras muchas cartas que os han llegado en papel, en el formato tradicional, cartas escritas desde la esperanza. También es posible que lo hayáis oído en las oraciones que muchos fieles, de todas las religiones, invocan a sus santos o a su dios o dioses. Porque sé que las escucháis y también ayudáis a que se hagan realidad.

Cuando aún tenía la inocencia de la niñez, mis cartas, que tendréis guardadas, os pedían juguetes. No muchos, la verdad, prefería poner sólo uno o dos para evitar que eligierais vosotros de entre la lista, porque, como ya sabéis no me traíais todo lo  que pedía, sino un solo regalo. Así, no poniendo una larga lista de regalos era yo quien elegía y no vosotros.

Mi petición de entonces tenía en el fondo, aunque yo no lo sabía aún, el mismo deseo que la carta que os escribo hoy: ser feliz.

Entonces, en mi niñez, la felicidad me la daba un juguete nuevo. Un juguete deseado. Un juguete visto mil veces en la televisión, y como por aquel entonces sólo teníamos una cadena nos veíamos todos, todos los anuncios de juguetes. ¡Todos! Como no se podía cambiar de canal…

Y la felicidad de ese juguete era para todo el año. Jugaba y jugaba con él, hasta que, del uso, perdía su color, alguna pieza, le aparecían roces… ¡Pero disfrutaba con él!

Mi petición de este año, como ya he anticipado y como conoceréis por mis oraciones, está relacionada con la felicidad, con vivir la vida sin pena, con vivirla con alegría, con ¡vivir!

Por eso os pido dos cosas. La primera es que limpiéis de mi mente las preocupaciones que me acosan. Que limpiéis de mi mente los fantasmas que algunas noches no me dejan dormir. Que limpiéis de mi vida esa densa niebla de la pena, que aparece algunas veces, provocada por minucias y que me hiela hasta los huesos.

Y la otra cosa que os pido es que pongáis luz, que pongáis calor, que pongáis color, que pongáis amor, que pongáis amistad, que pongáis complicidad familiar…

Y prometo dejar de usar los regalos, desagradables regalos, que sin pedirlos, otros me han traído con demasiada frecuencia en los últimos tiempos y que han emponzoñado mi mente, mi vida, mi suerte… Dejaré de usarlos para que el tiempo, el inexorable paso del tiempo,  acabe con ellos.

Os pido que este año no elijáis un solo regalo. Os pido que me traigáis las dos cosas que pido. Como sois dos equipos podéis traerme uno Papá Noel y otro los Reyes Magos. ¿Qué os parece?

Yo cumpliré mi promesa y dejaré que los regalos desagradables que me llegaron se hagan viejos, se rompan y, si es posible, jugar con sus restos como jugaba en mi infancia con los juguetes rotos, juguetes que muchos se rompían por ser regalos de mala calidad, pero que una vez rotos servían para disfrutar. Seguro que esos desagradables regalos, una vez rotos no son tan feos.


Pero eso sí: ¡No olvidéis nada, por favor!

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