Pero ¡ay
de vosotros,
escribas
y fariseos, hipócritas!
Amén.
Cumplida
la penitencia, tengo limpio mi espíritu y preparado mi cuerpo para recibir Su
cuerpo.
El
oficio comienza en quince minutos. He de mantener mis pensamientos alejados de
toda tentación. Falta una media hora para la eucaristía. Creo que soy capaz de
no tener ningún pensamiento pecador.
Seguiré
de rodillas un rato más.
Siempre
me pongo en el mismo banco. Siempre ocupo el mismo sitio, en la fila de la
derecha a la derecha, en el segundo banco de delante. He comprobado que ahí es
donde más se me ve. Es mi banco.
Venir a
misa y que no te vean no tiene sentido.
Las
autoridades siempre se sientan delante. Los catequistas siempre buscan un sitio
visible. Yo tampoco hago como los que se ponen de pie en los laterales de las
iglesias, creo que eso es excesivo, pero este sitio es el que más se ve en toda
la iglesia.
Ser
cristiano requiere poco esfuerzo. Ya lo dijo Jesús: “Tus pecados te son
perdonados”. Creo recordar que lo menciona Lucas en su capítulo siete. Los
pecados se perdonan, sean o no intencionados. Sólo es necesario, para obtener
el perdón, tener propósito de enmienda, pero el hombre es débil… El maligno nos
tienta una y otra vez y provoca que pequemos. ¡Qué suerte tener la confesión!
Ya va
llegando más gente. Siento cómo me miran al llegar.
Queda
poco para que llegue mi familia. Aguantaré de rodillas hasta que ellos lleguen.
Nadie se está sentando en este banco, todos saben que aquí nos sentamos
nosotros.
¡Ay la
confesión…! Si no existiera habría que inventarla… Si algo hago que resulta ser
pecado es fácil obtener el perdón.
Me
gusta confesarme los domingos por la mañana. Si me confesase por la tarde nadie
me vería estar de rodillas cumpliendo la penitencia. No sentiría las miradas de
los demás. No serviría de nada pues nadie se enteraría. No entiendo el hacerlo
y que nadie sepa que lo hago. No entiendo a los que confiesan y cumplen la
penitencia en las sombras de la tarde, con las luces de la iglesia apagadas,
cuando nadie los ve.
Las
cosas se hacen para que se vean. Estar en paz con Dios no es suficiente para mí
si los demás no saben que soy practicante. La confesión en tinieblas es para
las viejas que rezan el rosario en su cama, a solas. Yo sólo rezo el rosario en
la iglesia y vengo cuando sé que hay más feligreses.
Ahí
llega mi familia. Ya me estaban doliendo las rodillas… Ahora toca persignarse,
levantarse y, cuando lleguen a mi banco, sentarme.
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