sábado, 30 de septiembre de 2017

Un parpadeo

Pasa el tiempo... Pasa la vida…
¡Vive tu tiempo! ¡Vive tu vida!


Está igual.

¿Igual?

¡Está mejor!

¿Qué ha sido de estos treinta años?

Mis recuerdos de ella son de ayer. ¿Ayer? No fue ayer… ¡Hace treinta años!

Su alegría no ha cambiado.

Su inseguridad se ha trocado en serenidad.

Sus ojos azules que ayer me miraban interpelantes hoy me miran compasivos.

¿Compasivos?

Sus ojos son el reflejo de mi alma.

Soy yo quien siente compasión. Compasión por estos treinta años que han pasado sin pasar. Compasión por ser lo que nunca quise ser. Compasión por conformarme con lo que me llegaba, sin luchar por lo que quería. Compasión…

Recuerdo el brillo azul de sus ojos cuando apareció en escena el madrileño. Recuerdo mis sentimientos cuando la veía con él. Duele con el dolor de la herida recién hecha. Duele como la punzante espada que se clava en mi pecho en el momento de perder el duelo. Duele con el dolor de la derrota…

Parece que fuera ayer cuando la hiel estallaba en mi boca inundando todas mis papilas. Siento aun el amargo sabor de sentirse apartado y de saber que no va a haber una segunda oportunidad. Que nunca podré besar esos labios jugosos. Que pude besarlos y no me atreví. Que mi oportunidad pasó y nunca volverá…

Hiel…

¿Dónde están estos treinta años?

¿Dónde?

Hace un momento me preparaba para salir con mis amigos, me miraba en el espejo atusando mi pelo, reparaba en el grano que me acababa de salir…

He parpadeado.

La imagen se ha mudado. Mi cara, antes fina y juvenil, ahora refleja los treinta kilos que he ganado.

Treinta años por treinta kilos. Treinta en un abrir y cerrar de ojos.

¿Qué ha sido de mí?

Ella está fabulosa. Tiene treinta años más que parece no han pasado por ella. Se mueve igual. Camina igual. Sonríe igual… Se la ve feliz.

Un parpadeo… Treinta años en un parpadeo.

Ahí estoy yo, en el reflejo del espejo, con los restos de la pasta de dientes aun en la comisura de mis labios. Patas de gallo en mis ojos. Canas en mi pelo. Y ese olor que ha quedado en el baño después de que mi mujer se haya puesto la mascarilla para dormir…

¿Si parpadeo volveré treinta años atrás?


sábado, 16 de septiembre de 2017

Me siento muy bien

¿Te sientes bien?
¿Qué es lo que tiene valor?


Me siento muy bien.

Hoy ha sido un día completo. Pleno. De esos en los que disfruto de verdad.

A medio día he ido con mi suegro a urgencias. He estado allí con él y mi suegra hasta casi las cuatro de la tarde, hasta cuando el doctor ha decidido qué pruebas le iba a realizar. Entonces me he ido a casa a comer.

No he obtenido nada para mí.

¡Pero me siento muy bien!

He comido, he descansado un poco y a las cinco he ido a casa de Virginia. Me ha dado la llave de su casa esta mañana. A esa hora tenía la visita del instalador de la fibra óptica para llegar a una velocidad de trescientas megas en su conexión de internet. A ella le ha surgido un imprevisto y no iba a llegar a casa hasta las seis. Mi hijo está con anginas, pero le he dicho que lo llevaría al médico a las seis, una vez volviera de casa de Virginia.

No he obtenido nada para mí.

¡Pero me siento muy bien!

Poco después de las seis he llegado a casa y me he ido con mi hijo al ambulatorio para que le mirasen las anginas. En la adolescencia es muy común esta dolencia. Lleva con el antibiótico cinco días y las sigue teniendo igual que el primer día; le duelen un montón. Han tardado en atendernos, pero la doctora que nos ha atendido ha sido muy amable. Le han puesto una inyección de penicilina, ha dicho la doctora que era lo mejor. El pobre ha aguantado las lágrimas hasta que hemos salido del centro médico, entonces ya no ha podido resistir más el dolor de la inyección y se ha puesto a llorar. Casi no podía caminar. Se me rompía el alma. Yo solo le decía que era necesario para mejorar, que lo iba a notar enseguida, que vería como merecía la pena el dolor.

No he obtenido nada para mí.

¡Pero me siento muy bien!

De camino a casa he llamado a mi suegra desde el manos libres del coche y me ha dicho que le estaban preparando el informe de alta a mi suegro para irse a casa. He llegado a casa pasadas las siete y media para dejar a mi hijo y he vuelto al hospital a recoger a mis suegros. A las ocho y media los he dejado en su casa y me he venido para la mía.

No he obtenido nada para mí.

¡Pero me siento muy bien!

Mi hija esta noche quería ver la película de “Doraemon”. Le encanta esa serie y la película de esta noche no la había visto. La he estado viendo con ella. Ella sentada encima de mí, los dos en el sillón. Ha sido una película sobre valores. Sobre la competitividad aplastante de los malos. Sobre los sentimientos de ayuda y solidaridad de los buenos. Dibujos animados para niños de menos de diez años muy educativos.

No he obtenido nada para mí.

¡Pero me siento muy bien!

Ahora estoy durmiéndola. Me ha pedido que le dé mimitos para que se duerma antes. Me encanta tumbarme con ella y ponerle las manos encima para transmitirle energía vital. Ella lo llama mimitos. Yo sé que es mucho más que eso. Es Energía Universal.

No estoy obteniendo nada para mí.

Como durante el resto del día.

¡Pero me siento muy bien!

Esta mañana, en el trabajo, he pactado la rehabilitación social para una familia y he contactado con otras tres para estudiar su caso. Ellos se liberan de las cargas y vuelven al mundo normal. Yo no obtengo nada para mí; bueno, sí, mi salario, pero lo obtendría igual en otro puesto. Éste es muy duro, me encuentro con un mundo de penalidades y sufrimientos que busco eliminar. Muchos, casi todos, aunque pagan un precio muy alto, me dan las gracias.

No obtengo nada para mí.

¡Pero me siento muy bien!

En esta vida no voy buscando el beneficio o el aprovecharme de los de mi entorno.

Me gusta más dar que pedir. De hecho pido poco.

Por eso quizás, cuando alguien de mi entorno no me da algo que a él no le costaría nada, me revelo y lo rechazo hasta el punto de borrarlo de mi lista de personas próximas. Si lo mantengo seguirá recibiendo de mí y no lo merece.

Pero no he de acordarme de los indeseables. Ya están borrados de mi lista y es como si no existieran. En mi mundo solo debe haber personas buenas.

Hoy ha sido un gran día.

He hecho lo que más me gusta: ¡ayudar!

No obtengo nada para mí. Aparentemente no obtengo nada para mí.

Pero siento que recibo más de lo que doy. 

¡Me siento muy bien!