viernes, 16 de marzo de 2018

Pero no puedo dejar de pensar en él.


Tenemos deseos tan intensos
que resulta imposible reprimirlos.


¡No puedo dejar de pensar en él!

Lo necesito…

Llevo ya seis días sin él y no sé si voy a poder resistirlo.

Prometí dejarlo. Prometí que la última vez sería ese sábado por la noche.

Fue en el hotel, hacia la media noche, tomándonos una copa de cava.

Pero siento ansiedad, quiero volver. ¡Lo necesito!

Mi marido me dice que debo resistir, que debo respetarme a mí misma, que debo ser fiel a mis promesas…

Él no quiere que vuelva. Dice que no le importa que lo haga, que entiende mi necesidad, pero que está convencido que no me conviene, que al final me hará daño, mucho daño.

¡Siento un mono increíble!

Esa sensación… Sentir como entra dentro de mí. Cómo me llena. Sentir su calor…

Acariciarlo con mis labios.

Sentirlo entre mis dedos…

Sólo de recordarlo se me acelera el corazón.

La última vez fue especial. Muy especial. Era la última vez y para mí fue como un ritual. Preparé incienso. Preparé el cava. Dos copas encima de la mesita de la terraza del hotel. Me vestí para la ocasión. Me puse el picardías y las medias que más le gustan. Sabía que después haríamos el amor.

Le dije a mi marido que ese día sería el último. Me siento apoyada por él. Sólo él sabe que lo hacía. Incluso no le importaba que lo hiciera delante de él.

Esa iba a ser la última vez. Pero no sé si voy a poder aguantar… ¡Siento la necesidad!

Nos tomamos las copas sentados en las sillas de la terraza mientras charlábamos. De vez en cuando nos besábamos. De vez en cuando, él acariciaba mis piernas suavemente, casi sin tocarme, tratando de que yo sintiera la inducción de sus caricias a través de las medias. Confieso que estaba nerviosa, muy nerviosa.

En la mesa las dos copas de cava, la barrita de incienso humeando y el cenicero.

En ese cenicero apagaría mi último cigarro.

Lo encendí. Le di una calada profunda. Sentí su calor. Sentí cómo el humo me llenaba, me embriagaba. Lo saboreé sabiendo que era el último. Había prometido dejarlo durante las vacaciones y ésta era la última noche en el hotel. Sentía su textura entre mis dedos. Llevármelo a los labios. Acariciarlo con ellos. Sentir su sabor…

Mi marido, como tantas veces, estaba conmigo. Los dos, cada uno con su copa de cava. Él acariciándome, pasando sus dedos de mis medias a mi picardías, disfrutando de la suavidad de mi piel y la sensual textura de las prendas.

Era la última vez. ¡Era el último cigarro!

Al menos el sábado estaba convencida de que ese sería el último cigarro.

Pero hoy no estoy tan segura. Siento una gran ansiedad, un mono terrible.

¡Deseo volver a fumar!



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