viernes, 5 de octubre de 2018

Osadía vespertina


A veces el deseo
nos induce a ser muy osados


Se ha pasado al bar…

Ahora en el bar no hay nadie. No voy a tener otra oportunidad mejor…

Necesito hacerle una foto de cerca. Ese bañador deja poco lugar a la imaginación. ¡Se le nota todo!

Si ya lo decía yo cuando éramos jóvenes: “¡Está siempre empalmado!”

Y, ¡leche!, que no estaba empalmado, que lo que le pasa es que la tiene de un tamaño poco común…

¿Cómo será cuando se empalme? ¡No quiero ni pensarlo!

Aún recuerdo su roce cuando bailábamos lento en la discoteca… Solo de recordarlo me estoy notando excitada.

Está claro que ahora no va empalmado. Acaba de salir de la piscina y el agua está helada. 

Con el bañador mojado se le nota aún más…

¡Tengo que aprovechar ahora! ¡Ahora o nunca!

Voy detrás de él…

-“¡Oye! ¿Puedo hacerte una foto?”

Como me diga que no me muero…

¡Sí, sí, sí…! ¡Me deja, me deja! ¡Bien!

-“Ponte, que enfoco… Di patata…”

¡Madre mía ¡Que hermosura!

-“Espera, espera, que hago otra, que en esta no ha salido la cara…”




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