viernes, 11 de octubre de 2019

Felizmente casado

Quien no es feliz
es porque no quiere.


Dieciséis años… Parece que fue ayer cuando estábamos haciéndonos estas fotos y han pasado dieciséis años. ¡Hoy dieciséis años de mi boda...! ¡Qué guapa estaba! Parece que fue ayer… Once de octubre de dos mil tres… ¡Que día tan especial tuvimos!

Y lo que ha cambiado mi vida desde entonces… ¡Para bien claro!

Que brillo tenía en la mirada mientras me daba las arras. ¡Qué foto más bonita!

Recuerdo que antes de casarme, siendo novios, tenía costumbres ciertamente licenciosas… Los sábados por la noche se convertían en vómitos al alba en compañía de mis amigos. La dejaba en su casa y buscaba a mis amigos. ¡Vaya juergas! ¡Y vaya castigo al hígado! Desde luego eso no era buena vida…

Después de aquel once de octubre todo cambió. Gracias a Dios…

Qué cielo más bonito… Nuestro fotógrafo captó detalles impresionantes. Qué juego de luces… El naranja del atardecer contrasta con la luz de la mirada de mi cari.

Aun así aún caí en la tentación varias veces… Que recuerde al menos seis… Pero mi cari me salvó, me prohibió salir solo con mis amigos. ¡Me salvó! ¡Cómo la adoro!

Y poco a poco fue cambiando mi vida, lentamente, es normal, ya se sabe que enderezar el árbol torcido lleva su tiempo… Son años de poda, de atar ramas para cambiar su dirección, de redirigirlas…

Pero mi cari ha sabido hacerlo y ha hecho de mí un hombre de provecho.

Lo primero que hizo fue implicarme en las tareas domésticas. ¡Algo que mi madre no fue capaz de hacer! Pero claro, no voy a comparar a mi cari con mi madre…

Descubrió que era un experto con la plancha, que tengo un don natural para, en pocas pasadas y si esfuerzo, dejar la ropa perfecta. Planchar una camisa no es nada del otro mundo, ni siquiera unos pantalones… ¡Pero un vestido! ¡Eso sí que es arte…! Le dejo la ropa a mi cari mejor que la tintorería.

¡Qué alegría desprende esta foto! Recuerdo perfectamente cuando nos la hicieron, entrelazamos los brazos a la entrada del salón para beber las copas de cava. ¡Qué bien me sentía!

¿Y la pintura? ¡Soy un maestro de la brocha gorda! Mi madre no supo enseñarme, pero mi cari sí que ha sabido hacerlo… Mi madre venga a explicarme como he de coger la brocha, que si le das en esta dirección que si después en la otra… ¡Nada! ¡No supo enseñarme! Pero mi cari… ¡Ella sí que sabe! Recuerdo que un día me dijo: “Cari, este fin de semana vas a pintar el salón, vamos a por la pintura, yo elegiré el color. Tú compra todo lo que necesites. ¡No quiero ver una gota! Así que entérate bien de como tienes que hacerlo.” ¡Que sabia! No me dijo ni hazlo así ni hazlo asá… Solo me dijo “¡Hazlo!”. Ese fin de semana descubrí mi habilidad oculta con la brocha. En estos dieciséis años me he pintado la casa cuatro veces. ¡Soy un as de la pintura!

¡También fui un as cortando la tarta! Esta foto es de lo más graciosa…. ¡Vaya cara tengo…! Parece que entro a matar al toro… ¡Ni Padilla se pone tan feo!

Pero lo que más le agradezco es que me haya salvado de los vicios. Los fines de semana que salía con mis amigos volvía tardísimo, con alguna copa de más, algunas veces hasta nos fumábamos un canuto… ¡Vaya vida de asco! Mi hígado seguro que estaba sufriendo lo indecible. Aunque me prohibió las salidas con ellos, yo alguna vez me escapaba. Todo cambió cuando llego mi hija, gracias a Dios. Tenía mi hija dos meses, era un viernes y mi cari me dijo: “A partir de ahora quien va a salir todos los fines de semana voy a ser yo. Tú no eres capaz de corregirte, así que tengo que tomar esta decisión: Te quedas con la peque y yo salgo con mis amigas, así tú no te escapas, porque si lo haces y dejas a la peque sola… ¡Te mato! ¡Ni se te ocurra! Así no te descarrías más.” ¡Qué sabia! ¡Cómo supo hacerlo para cortar de raíz mis extravíos! Ella desde entonces sale todos los fines de semana y yo me quedo en casa. No vuelve muy tarde… casi nunca al alba. ¡Y la veo tan feliz…!

Hoy quería salir conmigo a cenar, pero sus amigas le han dado una fiesta sorpresa para celebrar nuestro aniversario y no hemos querido hacerles el feo. Ya celebraremos nuestro aniversario otro día.

¿Y el vals de apertura del baile? Que patoso… ¡Hasta en la foto se notan mis nervios!

Es estas fotos faltan mis soles, mi  chiquitina y mi chiquitín. Me paso mucho tiempo con ellos y los disfruto. Se llevan dos añetes, son tan iguales… He asumido la obligación de llevarlos a las actividades extraescolares, de estar en los grupos de WhatApp del aula y de las actividades, de ir las reuniones del colegio, de acostarlos, de levantarlos… Es como si solo tuvieran padre y eso entristece enormemente a mi pobre cari por no poder estar con ellos. Mi cari, como trabaja con jornada partida, no puede encargarse ella, manque le pese. Pero gracias a que yo me encargo de todo mi cari no está estresada como las madres de los compañeros de mis hijos. ¡Esas son inaguantables! ¡Vaya brujas! Esos gritos, esos ojos de locas que les ponen… ¡Qué horror! Mi cari tiene esa cara de relax…

Me encantan  esas caricias que me hace mientras apoya su cabecita en mi hombro por la noche, cuando he terminado de acostar a los chicos y nos ponemos un rato a ver una serie… bueno, mi serie, porque yo solo veo una, no me da tiempo a más. La eligió mi cari, que sabe perfectamente lo que me gusta. Ella sigue alguna más, tiene más afición que yo, es casi una friki de las series…

Dieciséis años ya… ¡Que feliz me siento!


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