Mear sí.
Lo otro no.
Joeeeer… No se va…
Y yo no podía aguantar más.
Yo creo que el blanco que ha puesto de pincho en la última
ronda me ha revuelto las tripas, menudo dolor me ha entrao…
O es eso o es que las cinco rondas de gordas que llevamos me
han hinchao.
Y no se va…
Ya he tirado de la cadena tres veces. ¡Joder!
Porque no creo que hayan sio
las dos cabezas de ajos que me comí a medio día. Estaban tan bien asás en la lumbre que una se me quedaba
corta. No, no creo que haya sio eso,
seguro que ha sio el blanco. O los alcahuetes, que sabían un poco a
rancios…
¡El caso es que no se va!
¿Y si le pincho con algo? Si le pincho con el atao de la escoba amarga se va a poner perdio… Y cuando la coja Amadeo para
barrer… ¡Mejor no!
Y nada… No se lo traga. O es muy gordo el pino o muy pequeño
el albañal.
¿Y qué le digo? ¿Qué no sé leer?
En la puerta tiene un cartel que lo pone bien claro y él nos
lo ha dicho cuarenta veces: “¡Mear sí, lo otro no! Que os corro a palos…”
La última ronda la voy a perdonar… Si me quedo a tomármela y pasa y lo ve... Ya puedo correr…
Yo me bajo pa mi
casa…
Tiro otra vez de la cadena a ver si se la lleva… Si no se la
lleva ay se queda.
Nada… sube y baja pero no traga…
Ala, pa mi casa…
“- Bueno, yo ya me voy pa
bajo.
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