Las
tradiciones cambian.
Los
recuerdos permanecen.
Huele a
frío. El humo de los coches parece condensarse. Por ahí van unos críos
disfrazados. ¡Claro! ¡Es Halloween!
Antes
olía a estufa. El olor a humo de las estufas impregnaba todo. Al atardecer nos reuníamos
para comernos el chocolate.
Chocolate
con pan. ¡Que se nos socarraba todos los años! Vasos calientes en los que
mojábamos las rebanadas.
Otro
grupo disfrazado. Estos son mayores. Con sus pelucas canosas y sus máscaras.
Después
del chocolate tocaban las calabazas… ¡Qué tiempos! Las preparábamos una semana antes robándolas
en algún huerto. ¡Si ahora se le ocurre a alguien ir a robar a un huerto se cae
con todo el equipo!
Ahora
no llevan calabazas. Sólo se disfrazan y a pedir caramelos de casa en casa.
Nosotros
éramos más gamberros. Siempre poníamos las calabazas en la puerta del abuelo que
más se irritaba. Calabazas huecas.
Calaveras luminosas. Parecía que le queríamos decir al pobre viejo: “¡Te queda
poco, pronto te verás como ella!”.
Se nota
el frio y la humedad al pasar al lado del parque.
Pero ahora
también están los de los huevos. Nosotros irritábamos a los abuelos con
calabazas. A los abuelos y a otros que sabíamos que al abrir le darían una
patada. Los adolescentes ahora aprovechan para tirar huevos. Con la excusa de Halloween manchan las puertas y fachadas de aquellos a
quienes se la tienen jurada. Pobres profesores. O vecinos incómodos. ¡O la
chica que le dijo que no!
Halloween , otro invento americano que nos ha
colonizado. El poder de expansión de la metrópoli. Nosotros le llamábamos “Los Santos”.
Huele a
frío. Eso no ha cambiado. Y esta noche algunos vecinos han encendido sus
estufas. Su olor me transporta a mi niñez.
Recuerdo
el tañer de las campanas a eso de las once de la noche. Estremecía. A esas horas las antorchas confeccionadas con
filtros de aceite de los tractores ya se nos habían apagado. ¡Nos parecía ver
fantasmas en todas las sombras!
Aun no
son las ocho. ¡Aun me da tiempo de ir a comprar una calabaza! No será robada
pero me servirá. Este año también haré mi calavera y la pondré en mi ventana.
Pero la pondré mañana, que es el día en el que lo celebrábamos cuando yo era un
crío.