A todos
aquellos que ya no están.
Y a lo
que están pero como si no estuvieran.
No eres
tú. Es tu cuerpo. Pero no eres tú.
Ríes,
pero no se oye lo que fue tu risa. Es como si piedrecitas grises chocaran en tu
interior y al reírte revelaran el vacío
que hay en ti.
No eres
tú. Es tu cuerpo. Pero no eres tú.
Miras y
no sé qué ves. Veo tus ojos mirándome. Pero siento que no me ves. No siento tu
mirada. Es como si mirases detrás de mí.
No eres
tú. Es tu cuerpo. Pero no eres tú.
Tu voz
se oye extraña. Gangosa. Como si te costase pronunciar. Es difícil entenderte
si además no sé de qué me hablas. Hablas y no sé qué me dices.
No eres
tú. Es tu cuerpo. Pero no eres tú.
Te
quejas. Y esos ayes se me antojan chirríos de bisagras, tizas en la pizarra,
garruchas no engrasadas… Llegan hasta mi
alma y la encogen, la desgarran.
No eres
tú. Es tu cuerpo. Pero no eres tú.
Te miro
y veo un gesto deformado, un mentón caído, unos ojos abiertos en exceso… ¡No
quiero recordarte así!
No eres
tú. Es tu cuerpo. Pero no eres tú.
Siento
que mis lágrimas quieren aflorar, pero he de ser fuerte, no debes verme llorar,
debes verme reír, debes sentirme cerca, mi pena no debe apenarte.
No eres
tú. Es tu cuerpo. Pero no eres tú.
Prometo
recordarte años atrás. Tu risa alegre, tu mirada cómplice. Tu alegría
desbordante. Tu fuerza para ser nuestro motor. Tu abnegación. Tu dedicación.
Tú.
Ya no
eres tú. Pero estuviste ahí. Y a mí siempre me tendrás.
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