domingo, 22 de marzo de 2015

Miss Hyde

Dr Jekyll and Mr Hyde.
La realidad supera a la ficción.



¿Cuánto tiempo ha pasado?

¿Dos años? Puede que más. ¡Pero he vuelto!

¡No me reconozco!

Recuerdo mi desazón cuando me veía atrapada. Notaba como se adueñaba de mí y no podía evitarlo.

“Si notas que te estás irritando retírate, vete a tu habitación.” Era su ruego, no quería que entrara en lo que él llamaba “la escalera”. Peldaño a peldaño iba subiendo, aumentando mi irritación, mi cólera, mi ira…

¡No era yo! ¡Era ella!

¡Era “Miss Hyde”! Así llamábamos al monstruo en el que me convertía.

Era como si un espíritu maligno se adueñara de mí para provocarme sufrimiento. Hacerme sufrir a mí y a mi familia.

Cualquier cosa me enfadaba. Cualquier cosa era excusa para reprenderlos. Sobre todo a mi chico, mi esposo, mi amor… Lo increpaba, lo provocaba, lo atacaba… ¡Qué desazón!

¡Cuánto he sufrido!

¡Pero he vencido! He echado a esa posesión. He echado a “Miss Hyde” ¡Y no volverá jamás!

Ahora veo a mi vecina en la misma situación que estaba yo. Esa cara desencajada, esos ojos con pupilas dilatadas, esos gestos impulsivos…

Pobre… Veo en ella a la persona que he sido durante estos meses. Ella era tranquila, pero ha cambiado. Su estado ha cambiado desde que yo estoy más serena. Es como si ese espíritu, ese demonio de ira y angustia la estuviera poseyendo a ella ahora.

¡Yo he vencido! Le he dado una patada a “Miss Hyde” y la he echado de mi casa. Pero creo que no se ha ido muy lejos… ¡Se ha mudado a casa de los vecinos!




sábado, 14 de marzo de 2015

El chorizo asegurado

¿Niño o niña?
¿Qué harán para mí cuando crezcan?



Qué cielo tan hermoso. La luna nueva deja ver todas las estrellas. Es como si todas las luces del cielo se hubiesen encendido para saludarla.

¡Qué chica tan hermosa!

Cuando me lo ha dicho su hermana se me han arrasado los ojos de agua. He tenido que irme al corral para que no me vieran llorar. ¡Llorar de emoción!

De recordarlo se me llenan los ojos de lágrimas. Un par de caladas profundas seguro que lo arregla.

¡En el corral esta mañana me he fumado cuatro pitillos!

Y cuando he vuelto… Pensaban que me había ido enfadado. No se creían que estaba contento. ¡Sólo cuando la he cogido se han dado cuenta de mi alegría!

¡Qué guapa! Morena, esos ojos negros, esa piel tan blanquita…

¡Un lucero al que las estrellas han venido a saludar!

Luego he ido a casa de mis padres a decírselo. ¡Su primera nieta!

Madre se ha puesto a llorar. ¡De alegría! Se acordaba de la chica que se le murió. Cinco chicos y la única chica se le muere antes de cumplir los seis meses…

Padre siempre tan sensato: “Un chico en diez años te estaría ayudando en el campo, pero cuando se casa lo pierdes. Una chica es para siempre. ¡Ya tienes el chorizo asegurado!”

Qué razón lleva. Mi mujer cuando este año matamos el primer gorrino, nada más freír los chorizos les llevó a sus padres media docena…


¡Ya tengo el chorizo asegurado!




domingo, 8 de marzo de 2015

Las quejas los lunes de 10 a 12

Nos hacemos daño sin darnos cuenta.
Evitarlo sólo está en tu mano.


Toca cambiar.

Si no cambio corro peligro.

Mis ataques de histeria pueden acabar conmigo.

“Eres una bomba andante. Te estás suicidando.”

Ha sido tajante. El déficit de colágeno unido a mis explosiones histéricas pueden hacer que revienten mis venas. Me puedo provocar un derrame cerebral.

¡Toca cambiar!

Pero aquí no he llegado en unos días. Han sido años. Años de estrés. Años de quiero y no puedo. Años en los que se me escapaban las cosas por poco. Eso me ha generado una sensación de insatisfacción con la vida que unida a la estresante dinámica diaria me ha llevado a esta situación.

Así que ya tengo la receta: Dejar de quejarme.

La queja, según el doctor, me lleva a tener el sentimiento de insatisfacción y esa insatisfacción me lleva a querer hacer más de lo que puedo, a ser perfeccionista, a buscar los fallos para seguir quejándome.

“Se acabaron las quejas, excepto los lunes de diez a doce.” Es su receta. No puedo quejarme salvo los lunes de diez a doce. Si tengo ganas de quejarme, me ha dicho, lo puedo escribir y quejarme el lunes, sólo el lunes. Si no estoy en la hora de la queja nada de nada, no puedo quejarme.

He de cambiar y mucho. De estar viendo los fallos constantemente, diciendo lo que hacen mal, yendo  detrás de todos para ver si cumplen con su tarea… A ahora no poder decirlo en el momento y guardarlo todo para el lunes va a significar un gran esfuerzo.

Pero lo primero es salvar mi vida. No quiero suicidarme en un ataque de histeria. 

Quejarme me hace ver todo mal, hace que sienta al mundo contra mí, cuando en realidad contra mi sólo estoy yo… ¡y mi estrés!

¡Las quejas los lunes de diez a doce!


domingo, 1 de marzo de 2015

Terremoto en Ossa

Rozar a la catástrofe provoca insomnio.
Terremoto en Ossa de Montiel.



¡Es el viento!

Son las dos, por la noche todo se oye más. ¡Qué obsesión!

Desde el lunes tengo los nervios a flor de piel. Cualquier ruido me parece que es un terremoto.

Sonó como una ráfaga de viento fuerte y todo se empezó a mover.

¡Qué seis segundos!

Dicen que se produjo a diez kilómetros de profundidad. Que no fue como el de Lorca, ese fue más superficial y por eso provocó tantos daños. Si éste hubiera sido a menos profundidad el pueblo habría desaparecido.

¡Qué miedo pasé! Aunque el miedo realmente vino después. Mientras ocurría no sabíamos qué pasaba. Miré a Juan, Juan me miró a mí… Nos quedamos parados… Y cuando paró fue cuando salimos a la calle.

Pero tengo metido el miedo en el cuerpo.

¿Y lo del miércoles? ¡Cómo nos reímos Luis y yo!

El aire acondicionado de la oficina empezó a funcionar. ¡Con el ruido que hace cuando empieza!

Nos quedamos callados. Mirándonos. ¡Vaya cara puso Luis!

A mí me costó reaccionar. Tarde unos segundos en decir: “¡Es el aire!”

Nos echamos a reír los dos. Y es que tenemos estamos todos de los nervios.

He de dormir, llevo cuatro noches sin dormir bien y mañana es fin de mes y me espera tute. Las prisas del último día, que si los informes de ventas, que si las llamadas de los de Recuperaciones… 

¡Mañana he de estar despejada!


A dormir.