domingo, 8 de marzo de 2015

Las quejas los lunes de 10 a 12

Nos hacemos daño sin darnos cuenta.
Evitarlo sólo está en tu mano.


Toca cambiar.

Si no cambio corro peligro.

Mis ataques de histeria pueden acabar conmigo.

“Eres una bomba andante. Te estás suicidando.”

Ha sido tajante. El déficit de colágeno unido a mis explosiones histéricas pueden hacer que revienten mis venas. Me puedo provocar un derrame cerebral.

¡Toca cambiar!

Pero aquí no he llegado en unos días. Han sido años. Años de estrés. Años de quiero y no puedo. Años en los que se me escapaban las cosas por poco. Eso me ha generado una sensación de insatisfacción con la vida que unida a la estresante dinámica diaria me ha llevado a esta situación.

Así que ya tengo la receta: Dejar de quejarme.

La queja, según el doctor, me lleva a tener el sentimiento de insatisfacción y esa insatisfacción me lleva a querer hacer más de lo que puedo, a ser perfeccionista, a buscar los fallos para seguir quejándome.

“Se acabaron las quejas, excepto los lunes de diez a doce.” Es su receta. No puedo quejarme salvo los lunes de diez a doce. Si tengo ganas de quejarme, me ha dicho, lo puedo escribir y quejarme el lunes, sólo el lunes. Si no estoy en la hora de la queja nada de nada, no puedo quejarme.

He de cambiar y mucho. De estar viendo los fallos constantemente, diciendo lo que hacen mal, yendo  detrás de todos para ver si cumplen con su tarea… A ahora no poder decirlo en el momento y guardarlo todo para el lunes va a significar un gran esfuerzo.

Pero lo primero es salvar mi vida. No quiero suicidarme en un ataque de histeria. 

Quejarme me hace ver todo mal, hace que sienta al mundo contra mí, cuando en realidad contra mi sólo estoy yo… ¡y mi estrés!

¡Las quejas los lunes de diez a doce!


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