En las corridas y en la vida la faena
la
marcan el vigor y la fuerza.
¡Cómo
cansan los toros! El año que viene no me saco el abono, si me apetece vengo a
un par de corridas, pero las seis se me hacen ya muy pesadas. Hay pocos de
ochenta y cuatro años que se saquen el abono.
Pero
también hay pocos que sean treinta y un años más viejos que su mujer. ¡Y con
ésta van seis!
Muchos
me intentan tomar el pelo. “¡Que harás con ella! ¡Te va a matar!” Y como
siempre, a todos, les contesto lo mismo: “¿Qué voy a hacer? Lo que pueda… ¿O
no?”
¡Cómo
fatiga esta cuestecilla hasta la vía del tren! Me voy quedando sin resuello.
Pero aunque me agote no puedo dormirme como hice anoche. ¡Me quedé dormido
encima! Si es que con ochenta y cuatro años me atrevo con una de cincuenta y
tres…
Mis
hijos me dicen que están conmigo por los cuartos. ¿Y por qué van a estar si no?
¡Han descubierto América!
La
primera me dio a los cuatro que tengo. Si hubiera tenido una chica… Puede que
si hubiera tenido una chica no me metiera en los fregados que me meto.
¡Fin de
la cuesta! Necesito respirar.
La
pobre se murió con cincuenta años. Yo tenía cincuenta y tres y muchas ganas de
mujer. Nunca me ha gustado ir de putas. Ya lo decía mi abuelo: “Amor de puta y
vino de frasco, a la noche gustosos, a la mañana dan asco”.
La
Juana era soltera, tenía poco más de cuarenta años y estaba de muy buen ver. Ya
pasado el luto empecé a ir detrás de ella con requiebros. No les hacía ascos.
Se reía con ganas y picardía. Una mañana de julio le dije que si podía pasar a
ayudarme a hacer la cama. ¡Y pasó!
Desde
ese día dormimos juntos todas las noches durante quince años. No puedo decir
que cumpliera todas las noches, pero sé que ella estaba bien servida. ¡Se le
notaba en la cara!
Semáforo
en rojo. No cruzo que hay mucho coche. ¡Que me limpian!
Un día,
en el mercado, se desplomó. Dijeron que fue un infarto fulminante. Hubo gente
del pueblo que dijo que yo la había reventado de tanto dale que dale.
¡Incultos! Eso no mata. ¡Da vida! ¡Y envidia a los demás!
Verde,
a cruzar.
Setenta
años y otra vez sin mujer. ¿Y quién iba a querer a un viejo como yo después de
haber enterrado a dos? La paga de seiscientos no da para mucho, pero las rentas
de ochenta y seis hectáreas son sustanciosas. ¡Y querían mis hijos que les
diera las tierras! ¡Una mierda! Si me quedo sin tierras me quedo sin fiesta,
pues no me piden estas lagartas…
Las dos
siguientes fueron cubanas. ¡Vaya marcha tenían! Papito por aquí, papito por
allá. ¡Nunca decían que no! Pero tenían un hambre de billetes…
La
primera me sacó cerca de tres millones. Hasta que dije basta. ¡Y se fue!
Con la
segunda cubana fui más listo. Duró la mitad que la otra. Al año calculé que me
había sacado ya un millón y el que le dio la licencia fui yo.
La
quinta estuvo más conmigo. Seis años. ¡Como estaba la tía! Del pueblo del al
lado y sin pudor ninguno. ¡Cómo bailábamos en el hogar del pensionista! ¡Y qué
envidia les daba a los demás! Alguno se llevó una buena colleja de su mujer por
babosear más de la cuenta.
Y las
noches… ¡Vaya noches me daba! Pero mis cuartos me costaban… Era una antojadiza
de mucho cuidado. No sé cuánto me sacó ni lo quiero saber. ¡Pero vaya noches!
Ya
queda poco para llegar… Llaneando no me canso tanto.
Discutimos
en Benidorm. No me gustó como bailaba con aquel negro. En la barra del bar le
dije que si bailaba otra se despidiese de mí. ¡Y me dijo adiós! La tía se fue
con el negro y no la volví a ver hasta que subimos al autobús para volver. ¡Su
cara hablaba claro, que luminosidad! Eso sólo lo da el placer. Desde entonces
no nos hablamos.
Ahí
está mi portal.
Ella me
estará esperando con la cena preparada. Es muy cariñosa.
¡Ay los
toros! Que cansado vengo. Seis toros por corrida para tres toreros. Yo ya llevo
seis mujeres. No sé lo que estará conmigo, no será mucho, noto que mis fuerzas
van flojeando. Mi corrida está tocando a su fin, ya me están dado el primer
aviso, oigo los clarines en mi interior.
Esta noche creo que no me duermo encima, esta
noche lo perdono. ¡Vengo para el óleo!