En
verano, durante la juventud,
no todas
las noches se recuerdan.
¿Qué
hora será? Por el tiempo que llevamos aquí son más de las tres. ¡Seguro!
¿Dónde
va Erre?
¡Ah! A
mear. No me extraña. Nos hemos bebido las dos botellas de ponche caballero
entre los cinco.
¿Qué se
ha dormido? El Caimán está dormido. ¡Yo creo que lo que está es borracho! Hace un rato se fue para allí y dijo, como
otras veces: “¡Cuerpo a tierra!”. Y dio un barrigazo. Yo pensaba que seguía en
el juego, pero se ha dormido tumbado debajo del pino, boca abajo.
Churchill
está que se parte. ¡Vaya risa contagiosa! La verdad es que en cuando se toma
dos tragos tiene una risa que contagia a cualquiera. ¡Y sin tomarlos también!
¡No me
puedo creer lo que propone Caracaballo! ¡Le está diciendo a Erre que mee encima
de El Caimán!
Churchill
dice “¡No hay huevos!”. ¡No me lo puedo creer! ¡Quieren que Erre mee encima de
El Caimán!
Y Erre
contesta “¡Que os apostáis a que lo meo!”. ¡Increíble!
Ahora
las risas son de Caracaballo y de Churchill al unísono.
¡Las
tres de la mañana y las risas que nos traemos! Menos mal que por aquí no vive
nadie, si no nos refrescarían con un cubo de agua…
Ahora
es El Ganso el que lo dice: “¿A que no eres capaz de mear encima de El Caimán?”.
El
Ganso siempre con retraso. Su vida trascurre con diez minutos de diferencia.
“¡Un
cubata!”. Dice Caracaballo. “Te pagamos un cubata si te meas encima”.
“¡Dos!”.
Contesta Erre. “Uno para mí y otro para
él. El pobre va a pasar toda la noche mojado y se merece una recompensa”.
¡Vaya
risas…! Pero Erre aun no ha meado. ¡Éste seguro que lo mea!
“Te
pagamos un cubata si lo meas”. Dice El Ganso, con su retraso acostumbrado.
“¡Dos
cubatas! ¡Echo! Si eres capaz de mearlo te pagamos dos cubatas entre los tres”. Contesta Churchill.
¿Pero
qué hace? ¡Erre se ha puesto al lado de
El Caimán y se ha sacado la cola! ¡Va a mearse encima de El Caimán!
“¡Dos
cubatas nos debéis! Uno para mí y otro para El Caimán”. ¡No me
lo puedo creer! ¡Lo está meando! Y mientras Churchill, Caracaballo y El Ganso
se están partiendo de la risa.
¿Y
quién soy yo?
El
ponche caballero ha debido afectarme demasiado. Si bajamos cinco a la curva de
la carretera a bebernos las botellas y yo estoy viendo a cinco… ¿Quién soy yo?
¿Soy
Churchill, Caracaballo, Erre, El Caimán o El Ganso?
¡Uf!
Creo que bebí demasiado. Mi cuerpo espectral se ha separado del material y
estoy flotando viéndonos a los cinco. ¡Qué resacón me espera! ¡Cuerpo a tierra!
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