Nuestro futuro se forja
cuando no tenemos conciencia de él.
Hoy también está haciendo calor. Llego acalorada del campo y
ahora a preparar la comida.
Menos mal que esta cocina es fresca.
Vaya manos tengo. Llevamos tres días desmatando los
girasoles y ya las tengo llenas de callos. Si no me pusiera los guantes gordos
las tendría llenas de ampollas.
Cuarenta y ocho años y que tenga que ir al campo a desmatar.
Mi madre iba a ir… En cuanto el mayor tuvo once años dejó de ir al campo. Ella
no tenía aún los treinta y cinco.
La vida se ha puesto mejor para muchas cosas, sobre todo
para los críos. Antes los padres bien jóvenes se jubilaban de tareas del campo
y se las adjudicaban a los hijos. Nos sacaban de la escuela y a trabajar.
Quisiéramos o no. Ya podíamos valer para los estudios que nos daba igual.
El aceite ya humea, a echar el pollo. Parto los ajos y
preparo las patatas. Lo más rápido que puedo hacer es pollo al ajillo con
patatas fritas. ¡Traemos un hambre!
Claro, que mientras ellos están descansando a mí te toca
preparar la comida. Ésta es mi vida…
Menos mal que mis hijos son estudiosos. Ya ven la vida que
llevan sus padres. Si quieren salir del pueblo sólo tienen un camino: estudiar.
Pero claro, no todo el mundo vale para estudiar. Ahí está mi
sobrino.
Los ajos, hay que echarlos ya, que el pollo ya está blanco,
que si no los echo ahora no dan sabor. Un par de patatas más y yo creo que
habrá bastantes.
Vamos una cuadrilla de seis con mis tres hijos y mi sobrino.
Ni mi sobrino ni los otros dos van a sacar mucho en la escuela. Éste repitió
séptimo y va a repetir octavo, así que no sé si terminará la EGB.
Y es que el que no quiere no quiere. Ya se le pueden dar
razones, que si no quiere no hay manera de
que estudie.
Esta mañana lo he cogido y le he echado una buena regañina,
le he dado un agua para ver si estudia y se saca el graduado escolar. Me he
puesto en el surco al lado del suyo y mientras íbamos quitando cardos y
girasoles le he ido dando razones para que el año que viene, que es el último
que puede, se saque el graduado. Y lleva razón en lo que me ha contestado: “Tía,
el graduado se lo sacan los listos, pero para que haya listos tenemos que haber
tontos.”
¡Y qué razón lleva! Yo está claro que me quedé en el grupo
de los tontos. Fui a la escuela un año y medio. Cuando empezábamos a dividir me
salí. Sé sumar, restar y mal multiplicar. Si hubiese sido de otra forma podría
haber estudiado más y haber aprendido corte o peluquería. Seguro que no tendría
las manos que tengo ahora…
Para que haya listos tiene que haber tontos. Me ha
sorprendido su respuesta. Pero lleva toda la razón.
Humea el aceite de las patatas. A echarlas y a bajarles el
fuego.
Si yo tuviera ahora quince años… La vida sólo se vive una vez
y no siempre hacemos lo que más nos conviene. Pero a los quince no puedo
volver. Como dice mi sobrino: Para que haya listos tenemos que haber tontos.
¡Sin ser tonta, tonta tengo que ser!
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