sábado, 25 de marzo de 2017

¿A quién debo fidelidad?

¿A quién debo fidelidad?
¡Solo a mí!


Las cinco. Como todas las noches. Duermo cuatro horas y me desvelo.

Mi mujer dice que es el estrés el que no me deja dormir. Al menos a ella le dejo dormir desde que decidí dormir en otra habitación. Así no le hago pasar malas noches.

Y hoy me toca “donde dije digo, digo Diego”. ¡Una vez más!

Pero claro, si quiero seguir en el puesto y prosperar más, no me queda más remedio que acatar las órdenes, a sabiendas de que no es bueno para los que me votaron.

Hoy toca defender lo indefendible. Desdecirme de lo que dije, y decir que lo que dije no lo dije, que dije otra cosa diferente, que lo que se ha publicado está sacado de contexto… ¡Qué asco!

Pero esto es la política…

Los intereses del partido están por encima de todo. Ellos me han puesto donde estoy y debo acatar las órdenes. Yo no puedo pensar por mí mismo, yo no puedo defender a los que votaron, yo no puedo contradecir a mi partido; si mi partido decide hacer lo que sea en mi tierra o dejar de hacerlo, yo, aunque vea que es malo para mis votantes, he de defender la decisión del partido.

Todo por seguir donde estoy, con el cargo y el poder que tengo, aunque solo sea de cara a la galería, porque quien verdaderamente tiene el poder no soy yo...

A cambio yo he de hacer lo que dicen y, además, pagar las correspondientes cuotas mensuales… Recuerdo la primera vez que me lo explicaron: “Los que tienen tu puesto es costumbre que donen un diez por ciento del salario bruto al partido”. Y todos los meses a pagar…

¿La gente no se dará cuenta de que todo esto es un engaño?

El único que se ha atrevido a decir lo que verdaderamente pasa es Donald. No ha engañado a nadie. Se ha presentado tal y como es. Recuerdo su frase: “Aunque me pusiera a disparar en la Quinta Avenida me votarían”. ¡Y qué razón llevaba!

Engañamos a la gente. Nos contradecimos a nosotros mismos. Lo que hoy decimos que es bueno mañana es malo. Tergiversamos. Adulteramos la realidad. Escondemos datos, nos inventamos otros.

¿Y todo por qué?

Yo lo tengo claro. Ver a la gente como me lame el culo me pone. Ver como limpian mis zapatos con su lengua me pone. Tener dos secretarias me pone. Que piensen que puedo tirarme a mis secretarias me pone. Hacer ostentación de poder me pone.

Después la realidad es otra. Solo soy una marioneta en manos de unas perversas manos. Me siento, todos los días, peor que los lameculos que me visitan a diario. Mi esfínter es el más dilatado…

No aguanto más en la cama. Desayuno y preparo la mañana. Hoy toca cara de póker.




miércoles, 8 de marzo de 2017

Carta de una viuda

Mucho hemos avanzado
y mucho nos queda por avanzar.


8 de marzo de 1903.


Querido padre:

Ayer de nuevo vino el casero a cobrar el alquiler y me volvió a decir que debo dejar la casa.

Repitió lo mismo que me dijo el mes pasado, que ha dejado que pase el luto, como es la costumbre, pero que ya no puede dejarme vivir más en la casa si no se rehace el contrato.

Sé que lo que busca es que me case con él. Ha dejado pasar el año en el que no puedo volver a casarme, como marca la ley, y ahora intenta obligarme a casarme con él rehaciendo el contrato.

Que una mujer viuda y joven reciba la visita en su casa todos los meses de un hombre, aunque éste venga a cobrar el alquiler, sabe usted que no está bien considerado.

Tengo solo dos salidas: casarme o irme con usted al pueblo.

Si me caso perderé la patria potestad y tendré que estar sometida a la voluntad de mi nuevo marido; además, la vida de mi chica no va a ser la que a mí me gustaría. Va a cumplir ocho años y ya sabemos todos lo que algunos padrastros pueden llegar a hacer. Yo perdería todo y mi hija y mi hijo puede que también.

Ya hace catorce meses que mi marido, que en paz descanse, murió. Era un buen hombre, me trataba de igual a igual, no como otros tratan a sus mujeres, que las tratan como si fueran su posesión.

Desde que murió hemos vivido con lo que yo he ganado trabajando en el campo. Hambre no hemos pasado ni pasaremos mientras yo tenga manos para trabajar.

Tengo ahorros para comprar casa y me gustaría comprarla en mi pueblo, por eso me dirijo a usted, para que me deje volver al pueblo a la casa de usted. Solo viviremos con usted durante el tiempo necesario para encontrar casa. Yo trabajaré con las ovejas y en los jornales que salgan. La chica puede ayudar en la casa y en los corrales. El chico es pequeño, pero listo como él solo y puede ayudarle a usted en lo que necesite. Mientras vivamos con usted nos ganaremos lo que comamos.

Cuando encuentre casa quisiera comprarla. Es posible que sea necesario que sea usted quien cierre el trato, ya sabe que los hombres rehúyen hacer tratos con las mujeres, aunque tengamos nuestra propia tutela. Los hombres nos ven como personas de segunda.

Los cuartos necesarios los pondré yo, usted no tiene que poner nada, pero le pido que me apoye en esta decisión. No quiero conocer más hombre ni perder mi libertad. El recuerdo de mi difunto marido no quiero que lo enturbie nadie.

Padre, necesito su ayuda, su hija y sus nietos merecen vivir con dignidad.

Puede mandarme recado con Deogracias, el hermano de mi marido, igual que lo era él, es buena persona y él y su mujer se están portando muy bien con nosotros.

Su hija.


jueves, 2 de marzo de 2017

Hay castigo

Si conocen su castigo
no cometerán el delito.


¡Las doce!

Se fue a las ocho a ver el fútbol en el bar… ¡Y son las doce!

Hoy me toca infierno.

Va a llegar borracho, como siempre, y pagaré yo el que su equipo no haya ganado.

¡Dios mío…!

¿Qué puedo hacer?

¿Qué tortura nueva se le ocurrirá hoy?

La última vez me arrastró del pelo por el pasillo… Entre dientes me decía: “¡Si gritas os mato a los tres!”

Mis angelitos estaban dormidos… Hoy también lo están, desde las diez.

No puedo permitir que vean cómo me amenaza y me pega. Si se despertaran y saliesen de su habitación la emprendería contra ellos. ¡Y eso nunca!

Me duele la mandíbula, me voy a destrozar las muelas de tanto apretarlas. Los dientes ya se ha encargado él de rompérmelos…

Me sudan las manos, noto como me tiembla todo el cuerpo… ¡Dios mío! ¿Por qué?

¿Por qué a mí?

Siempre empieza diciendo lo mismo: “¿Sabes dónde están los que han matado a las putas de sus mujeres? ¡En el bar festejándolo! ¡A ninguno le pasa nada! ¡Ninguno va a la cárcel! ¿Has visto tú que digan en la tele que alguno ha ido a la cárcel?”

Siempre dice lo mismo… Y cuando acaba de decirlo recibo el primer golpe…

Estoy empapada en sudor. Sé lo que me espera esta noche. Ha jurado que si lo denuncio me matará a mí y a mis hijos. ¡Está tan seguro de que no le va a pasar nada…!

Pero esto tiene que acabar. ¡Sí hay condena para los monstruos! Pero lo mediático es sacar a las mujeres muertas por estos desechos de personas. ¡Venden morbo y sufrimiento! Que un malnacido haya sido condenado a pasar el resto de sus días en la cárcel no les da audiencia ni ventas y por lo tanto no les da beneficios. ¡Se lucran de nuestro sufrimiento!

¿Los políticos quieren parar esta lacra? ¡Pues que obliguen a los medios de comunicación a publicar las penas por maltrato y asesinato!

Hoy no voy a permitir que me amenace, ni que me humille, ni que me pegue, ni que me torture…

Voy a pedir ayuda ahora mismo, antes de que el monstruo llegue… ¡Voy a llamar al 016!