¿A quién debo fidelidad?
¡Solo a mí!
Las cinco. Como todas las noches. Duermo cuatro horas y me
desvelo.
Mi mujer dice que es el estrés el que no me deja dormir. Al
menos a ella le dejo dormir desde que decidí dormir en otra habitación. Así no
le hago pasar malas noches.
Y hoy me toca “donde dije digo, digo Diego”. ¡Una vez más!
Pero claro, si quiero seguir en el puesto y prosperar más,
no me queda más remedio que acatar las órdenes, a sabiendas de que no es bueno
para los que me votaron.
Hoy toca defender lo indefendible. Desdecirme de lo que
dije, y decir que lo que dije no lo dije, que dije otra cosa diferente, que lo
que se ha publicado está sacado de contexto… ¡Qué asco!
Pero esto es la política…
Los intereses del partido están por encima de todo. Ellos me
han puesto donde estoy y debo acatar las órdenes. Yo no puedo pensar por mí
mismo, yo no puedo defender a los que votaron, yo no puedo contradecir a mi
partido; si mi partido decide hacer lo que sea en mi tierra o dejar de hacerlo,
yo, aunque vea que es malo para mis votantes, he de defender la decisión del
partido.
Todo por seguir donde estoy, con el cargo y el poder que
tengo, aunque solo sea de cara a la galería, porque quien verdaderamente tiene
el poder no soy yo...
A cambio yo he de hacer lo que dicen y, además, pagar las
correspondientes cuotas mensuales… Recuerdo la primera vez que me lo explicaron:
“Los que tienen tu puesto es costumbre que donen un diez por ciento del salario
bruto al partido”. Y todos los meses a pagar…
¿La gente no se dará cuenta de que todo esto es un engaño?
El único que se ha atrevido a decir lo que verdaderamente
pasa es Donald. No ha engañado a nadie. Se ha presentado tal y como es.
Recuerdo su frase: “Aunque me pusiera a disparar en la Quinta Avenida me
votarían”. ¡Y qué razón llevaba!
Engañamos a la gente. Nos contradecimos a nosotros mismos.
Lo que hoy decimos que es bueno mañana es malo. Tergiversamos. Adulteramos la
realidad. Escondemos datos, nos inventamos otros.
¿Y todo por qué?
Yo lo tengo claro. Ver a la gente como me lame el culo me
pone. Ver como limpian mis zapatos con su lengua me pone. Tener dos secretarias
me pone. Que piensen que puedo tirarme a mis secretarias me pone. Hacer ostentación
de poder me pone.
Después la realidad es otra. Solo soy una marioneta en manos
de unas perversas manos. Me siento, todos los días, peor que los lameculos que me
visitan a diario. Mi esfínter es el más dilatado…
No aguanto más en la cama. Desayuno y preparo la mañana. Hoy
toca cara de póker.
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