Sala de familias en Urgencias:
Hay esperas que cortan el aliento.
Las doce. Ya van dos horas. No nos dirán nada hasta las dos
de la madrugada.
Me apetece un café. Los cafés de máquina son más fuertes que
los de los bares. Me ayudará a despejarme y pensar en lo que viene después.
Cincuenta céntimos…
Cuando ha entrado en Urgencias llevaba los ojos cerrados.
Por la expresión de su cara debía ir ya en coma.
¿Saldrá de esta?
Y si sale… ¿cómo quedará?
¡Uf! Necesito este café. Necesito tener la mente lúcida.
¡Umm…! ¡Qué bien huele...!
¿Qué ha podido ocurrirle? Haya sido lo que haya sido parecía
estar grave.
¡Café! Desde su primer sorbo se nota su efecto.
“El abuelo se muere” acaba de decirle esa señora a su hija.
Muerte… Estremece esa palabra en los hospitales.
Esa chica está llorando porque su abuelo se muere.
Pobrecita… ¿Le dará tiempo a despedirse de él?
Está haciendo que se me salten a mí las lágrimas. Necesito
este café…
“Mamá… ¿no le pueden hacer nada”. Pobrecita… A esas edades
las soluciones son pocas.
¿Y si a mí me dicen lo mismo? Ha llegado en coma…
Esta sala está llena de almas encogidas, temerosas… Nuestros
seres queridos están ahí al lado en manos de unas personas que los ven como
trabajo, que no tienen ninguna implicación emocional con ellos. En esta sala
todos nos sentimos perdidos.
Este café me está reconfortando. Siento que me da fuerza.
Creo que la voy a necesitar.
¡Ahí llega mi hermana…!
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