La libertad e igualdad femenina
depende de las niñas y niños que hoy educamos.
¿Soy libre?
Hace tres años, cuando salí por la puerta del que fue mi
hogar, cargada de maletas, recuerdo que pensé que lo era. Al sentir el calor de
la luz del sol en mi cara me dije: “¡Eres libre!”.
Ya hace tres años que me separé de él y de ellos. De mi
marido y de mis hijos. Tres años.
Tres años en los que he visto como mis cortos ahorros han
ido menguando a la par que mi autoestima, hasta casi desaparecer.
Tres años en esta llamada “Ciudad de la Luz” en la que mi
luz se ha ido apagando.
Tres años en esta ciudad icono de la libertad y del
librepensamiento que me está asfixiando con su lazo de seda.
Libertad…
Para una mujer esa palabra no tiene significado.
En mi España una mujer no tiene patria potestad, necesita un
hombre para que la represente en cualquier transacción oficial.
Aquí la mujer es oficialmente libre, pero solo eso,
oficialmente.
Buscaba la ansiada libertad para encontrar mi inspiración.
Buscaba mi inspiración para encontrar la libertad.
Con mi inspiración conseguiría escribir y publicar y ganar
el dinero que me llevaría a la libertad.
Sin dinero no hay libertad, y este mundo luminoso y libre
que me rodea está resultando ser en
realidad como el piso de la calle Aribau de mi Andrea. Me asfixia, me ahoga, me
estrangula…
“Solo te pongo una condición para firmar la separación: Que
no escribas sobre nosotros.” Mi marido mató mi inspiración. Si no puedo
escribir de mi experiencia, ¿de dónde saco mi inspiración? Por ser mujer
condicionó mi salida. Si yo hubiera sido el hombre mi salida habría sido sin
condiciones.
Él me robó las ideas y esta sociedad está robándome la vida.
Esta sociedad que exige la liberación de la mujer, la
legalización del aborto, la igualdad de derechos… Está acabado conmigo. Mayo
del sesenta y ocho provocó este sentimiento social y me trajo aquí, pero yo
sigo sintiéndome tan presa como mis mujeres de Nada.
¿Cuándo nos sentiremos libres de verdad? ¿Cuánto tiempo ha
de pasar? Hace veinticinco años de Nada y todo parece seguir igual.
¿Necesitamos otros veinticinco años para ser y sentirnos libres?
¿Qué será de mí dentro de veinticinco años, a las puertas del nuevo siglo?
La libertad femenina no debe mendigarse. La libertad
femenina ha de ejercerse.
Pero para ejercer la libertad primero hay que sentirla, hay
que creerla, hay que inhalarla. Y yo en esta libre ciudad de la luz ni la
siento, ni la respiro, ni creo en ella. Yo no tengo libertad.
Ojalá que dentro de treinta años las mujeres y hombres que
hoy educamos sepan vivir en plena igualdad y se respeten entre ellos como
iguales.
Ojalá.
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