No somos capaces de cambiar.
Alguien ha de hacer que cambiemos.
En los años sesenta apareció la televisión en color. A
España llegaría a principios de los setenta.
Mi profesor de la asignatura de Televisión, de Teleco, nos
comentaba: “La transmisión de la señal para la televisión en color es similar a
la transmisión de la señal en blanco y negro, se usa la misma portadora con información que puede ser decodificada tanto por los televisores en blanco y
negro o como por los televisores en color, parte de la señal contiene la información para blanco y negro y parte para color. Por eso emisiones en blanco y negro
pueden verse en televisores en color y emisiones en color pueden verse en
televisores en blanco y negro, ya que se codifica para ambos sistemas.”
Nos argumentaba que por una simple razón de economía no se
diseñó un sistema de transmisión diferente para las emisiones en color, ya que
el haberlo hecho hubiese supuesto que miles de familias, o quizás millones,
tuviesen que comprar un nuevo televisor.
Este argumento, visto hoy, nos choca, ¡Vaya si nos choca!
Hemos pasado de la emisión en analógico a la emisión en
digital y los consumidores hemos tenido que costear la compra de un
decodificador para adaptar la recepción de la nueva señal a nuestros
televisores o, si teníamos el suficiente dinero, comprar una televisión nueva.
En la actualidad estamos viviendo una nueva migración de
frecuencias para dejar espacio a la nueva señal 5G de los teléfonos móviles.
Cuestión que volverá a ser costeada con dinero que pondremos los televidentes.
¿Qué está importando? ¿La minimización del gasto como se
argumentaba cuando empezaron las emisiones en color o los intereses
empresariales?
¿O quizás entonces, cuando empezaron las emisiones en color,
y ahora, con la televisión digital y la telefonía 5G, solo importan los
interese empresariales pero nos los visten como un interés social, nuestro, de las personas físicas?
Dejo en tu mente la respuesta…
Este argumento es el que estos días me viene rondando en la
cabeza a colación de la COP25.
Parece que las pruebas se decantan por la teoría de que
nuestro planeta está sufriendo un sobrecalentamiento que nos llevará a un
escenario vital totalmente diferente al que han vivido nuestros padres.
En pocos años, en una o dos generaciones, nuestras
condiciones ambientales van a cambiar de forma drástica.
¿Qué puede evitarlo?
¿Educar al consumidor para que tenga costumbres ecológicas?
¿Manifestaciones? ¿Declaraciones de compromisos?
No.
No te engañes.
Nada lo evitará mientras los interese de los cuatro que
manejan el cotarro no se alineen con los de nuestro planeta.
Mientras quienes tú y yo sabemos sigan ganando dinero para
costearse sus lujos, a costa de tu bienestar y del mío, el planeta seguirá
sufriendo y se seguirá calentando.
La tecnología para evitar las emisiones de gases existe.
Nikola Tesla experimentó con tecnología para la transmisión
de energía a distancia de forma
gratuita. Lamentablemente, según la “teoría de la conspiración” murió en el
intento.
Tenemos todo lo que necesario para cesar las emisiones, y
digo cesar, en menos de 10 años. ¿Por qué no la aplicamos?
La respuesta es obvia: nadie de los que actualmente se
lucran con las emisiones se lucraría de la misma forma con esa tecnología.
Como he dicho antes, en los sesenta y en los setenta
interesó utilizar la misma forma de transmisión para las señales de televisión
en color y en blanco y negro. Nos argumentaron que así se era más eficiente.
Pocos años después interesó cambiar el sistema de transmisión
de analógico a digital (cambiar la tecnología) y fue necesario adquirir un
decodificador o una televisión nueva. De nuevo nos argumentaron que era por
nuestro bien.
Hoy vemos cómo nuestro clima cambia, cómo nuestras costas
retroceden por la subida del nivel del agua, cómo nuestros glaciares
desaparecen, cómo nuestros mares se mueren por la subida de la temperatura…
Pero seguimos haciendo lo mismo que ayer: Nada.
No necesitamos cambiar nuestros hábitos porque somos incapaces
de hacerlo.
Lamentablemente somos parte de ese rebaño de humanos que Charlton
Heston retrató en “El planeta de los simios” de 1968. Rebaño que
sigue las órdenes de sus amos, mansamente, aunque esas órdenes supongan la
muerte o el desvivir de los componentes del hato.
Solo nos queda una esperanza: Que alguien con visión
empresarial obtenga la forma lucrativa de rentabilizar la no emisión de gases
de efecto invernadero. Estamos en manos de un gran empresario que nos salvará.
Nosotros, el rebaño, el ganado, la recua, la piara en la que la humanidad se ha
convertido, necesitamos un amo que nos salve.
Sin él estamos perdidos. Fin de la transmisión.
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