viernes, 28 de noviembre de 2014

Encerrada

La vida nos va atando sin darnos cuenta.
Hasta que las ataduras nos duelen.


Encerrada. Sin alas. Cautiva. Secuestrada.

Es no poder hacer lo que deseo. Es hacer sólo lo que debo.

Obligaciones. Cargas familiares. Deberes.

Es vivir sin vivir.

Es sentir como la vida se me escapa y no atreverme a hacer nada para evitarlo.

Discusiones. Problemas. Familia.

Es querer y no poder. O querer y no atreverme.

Desearía ser fuerte y romper con todo. Alejarme en un barco sin un rumbo definido. Dejarme llevar por las olas, las mareas, los vientos, las corrientes, las tormentas…

Abandonar esta vida que me ata. Esta vida que me mata.

Ser libre. Libre para volver a vivir la vida.

Hijos. Marido. Comidas. Lavadoras. Casa. Trabajo.

Me ahogo.

Quiero gritar y no puedo. Quiero gritar y no me atrevo.

Quiero liberarme de estos grilletes que se han ido cerrando, aprisionando mi vida en los últimos años.

Quiero volver a volar. Volver a sentir el empuje del viento en mis alas. Que mis ojos dejen de lloran y vuelvan a disfrutar del paisaje mientras vuelo.

¡Vivir!


¡Quiero Vivir!

domingo, 23 de noviembre de 2014

En el porche

Cuando el único consuelo es mira al cielo
estamos muy cerca de tocar fondo.


“Cariño, tenemos que hablar…” Aun recuerdo aquella mañana de sábado del mes de agosto. Estábamos en la cocina desayunando y me lo dijo.

“Cariño, tenemos que hablar. He pensado que tenemos demasiado dinero en el banco. Deberíamos hacer algo con él. ¿Por qué no hacemos una casa en el pueblo?”

Cariño, tenemos que hablar… Se me ha quedado grabado en la memoria.

Ha refrescado un poco esta noche, esta mantita es agradable, se agradece tenerla...

Me quedé de piedra. ¡Con lo poco que le gustaba a ella el pueblo!

Y ahora yo viviendo aquí. Si algo tiene de bueno es la tranquilidad. ¡Y este cielo nocturno!

Bien sabía yo que podría ocurrir lo que ocurrió. Pero cuando una mujer dice que una cosa se va a hacer…

Su sueldo era lo único que ahorrábamos y si hacíamos una casa en el pueblo el ahorro sería nulo. Necesitaríamos un préstamo, los sesenta mil que teníamos no era nada.

El porche quedó bien. Fumarse un cigarro aquí, mirando al cielo, con la única luz del ascua de este malboro es un lujo. ¡Un lujo de doscientos cincuenta mil euros!

“Tenemos el piso pagado, podemos permitírnoslo. Nos servirá para relajarnos”. Relajarnos… ¡Nos iba a servir para relajarnos!

“Hoy, 8 de agosto de 2009, le he propuesto a Ramón que construyamos una casa en el pueblo”. Eso fue lo que acordamos y lo que firmó. Bien sabía yo que si la cosa venía torcida la culpa sería mía. La verdad es que fui un poco cabrón obligándole a firmarlo…

Al verano siguiente terminada.

¡Y al siguiente separados!

Esta vida es traicionera.

De vivir en la ciudad, con tres mil euros de sueldo, llamándome clientes para cerrar pedidos de cinco cifras, viviendo con mi chica, con vacaciones fuera de España todos los años, con ropa de marca, cenando fuera todos los sábados… He pasado a vivir en el pueblo, a cobrar la miseria del subsidio, recibiendo llamadas del banco para que pague, solo, de vacaciones permanentes, usando la ropa que me va quedando y comprando nueva en el hipermercado…

Lo de cenar fuera los sigo manteniendo, ¡pero en casa de mis padres!

Parece paradójico, pero en tres años mi vida ha cambiado de forma radical.


¡Mi único consuelo es este cielo!

sábado, 15 de noviembre de 2014

Teoría de la Relatividad sobre la Personalidad

El tiempo. Trascurre de forma constante.
¿Aún crees que sí?


El efecto de la gravedad sobre el tiempo lo explica la Teoría de la Relatividad. El tiempo lleva un ritmo diferente en función de la gravedad que se soporta. Cuanto mayor es la gravedad más despacio trascurre el tiempo.

En nuestras vidas ocurre algo parecido. El tiempo trascurre diferente para diferentes personas. Incluso trascurre de forma diferente para la misma persona en función de sus circunstancias.

Puede que haber visto “Interstellar” me haga reflexionar no sobre lo lejano, no sobre galaxias inalcanzables, no sobre agujeros negros, sino sobre el mundo que me rodea.

A mi alrededor veo personas para las que el tiempo simplemente es una carga, para las que vivir es una amargura. Para ellas el tiempo trascurre lentamente. Les causa un grave sufrimiento. Se sienten pesados y su gravedad aumenta con el paso de los años.

Otras en cambio tienen luz, alegría, energía… Desean vivir para hacer, para disfrutar, para descubrir, para experimentar. Se sienten livianos y su deseo de vivir aumenta día a día. Su tiempo se hace corto, como en ausencia de gravedad.


Y estas sensaciones se transmiten a los que les rodean.

Una persona pesada es capaz de infligir pesados sentimientos negativos a todo aquel que la rodea. No quiere que su tiempo pase, no celebra cumpleaños, no quiere alegrías. Su mayor disgusto es que pasen los días y que en el espejo aparezca una imagen que no reconoce y para la que no recuerda nada de lo que sentirse orgulloso. Y esos sentimientos se los trasmite a los demás cual estrella moribunda, en proceso de implosión,que haciéndose cada vez más densa, hace rotar a sus planetas a su alrededor sabiendo que los destruirá, pero de ninguna manera los dejará escapar.

Estar cerca de una persona liviana es todo un regalo de este universo. Son risas, son ganas, son sensaciones de que el mundo hay que comérselo porque sabe bien. Vive y deja vivir. Su mayor alegría es cumplir años porque al cumplirlos siente que vive y que deja su impronta en este mundo. Se siente su energía, se siente su alegría, se siente su luz cual estrella luminosa que disfruta haciendo lucir las colas de los comentas que la visitan para sentir su vitalidad.

No conozco una “Teoría de la Relatividad sobre la Personalidad” que de sustento matemático a lo que percibimos día a día a nuestro alrededor. Nuestras grandes mentes han buscado explicar lo lejano, lo no visible, lo no cotidiano.


Puede que sea más difícil formular una “Teoría sobre los sentimientos humanos y su relación con el tiempo que percibimos”, y las implicaciones en su entorno, y en el propio emisor, que imaginarse estar rotando alrededor de un agujero negro en el límite mismo de su horizonte de sucesos. 

Si traspasamos el horizonte de sucesos nunca volveremos. 

Si nos dejamos arrastrar por ciertas personas tampoco.

sábado, 8 de noviembre de 2014

La primera noche.

Los cambios para tener futuro mejor
a veces nos separan dolorosamente de nuestra vida.



Que ásperas son estas sábanas.

Y que olor tan raro tienen. Huelen como a agua sucia, como el agua con jabón del que hace mi madre, pero es un olor más agrio.

Las sábanas de mi cama sí que huelen bien. Y son tan suaves…

Echo de menos mi colchón. Éste está duro y se le notan uno bubones que se clavan en la espalda. El mío sí que es cómodo. De lana, no como éste. Lana que todas las mañanas mi madre ahueca para que duerma bien por la noche.

No sé cómo ponerme.

¡Cómo rascan las sábanas!

¿Qué se oye?

¿Es el de arriba? ¿O el de al lado?

Parece que está llorando…

¡No me fastidies! ¡Eso no por favor!

Yo no pienso llorar, yo no lloraré, estoy aquí para hacerme un hombre. ¡Los hombres no lloran!

Cada vez que se mueve el de arriba de la litera de al lado parece que se va a caer entera. ¡Cómo suena! ¡Qué chirridos!

¡Y este olor!

¡Yo no voy a llorar! Aunque los ojos se me llenen de lágrimas no lloraré.

¿Qué estarán haciendo ahora en casa? ¿Me echarán de menos?

¡No voy a llorar!