domingo, 23 de noviembre de 2014

En el porche

Cuando el único consuelo es mira al cielo
estamos muy cerca de tocar fondo.


“Cariño, tenemos que hablar…” Aun recuerdo aquella mañana de sábado del mes de agosto. Estábamos en la cocina desayunando y me lo dijo.

“Cariño, tenemos que hablar. He pensado que tenemos demasiado dinero en el banco. Deberíamos hacer algo con él. ¿Por qué no hacemos una casa en el pueblo?”

Cariño, tenemos que hablar… Se me ha quedado grabado en la memoria.

Ha refrescado un poco esta noche, esta mantita es agradable, se agradece tenerla...

Me quedé de piedra. ¡Con lo poco que le gustaba a ella el pueblo!

Y ahora yo viviendo aquí. Si algo tiene de bueno es la tranquilidad. ¡Y este cielo nocturno!

Bien sabía yo que podría ocurrir lo que ocurrió. Pero cuando una mujer dice que una cosa se va a hacer…

Su sueldo era lo único que ahorrábamos y si hacíamos una casa en el pueblo el ahorro sería nulo. Necesitaríamos un préstamo, los sesenta mil que teníamos no era nada.

El porche quedó bien. Fumarse un cigarro aquí, mirando al cielo, con la única luz del ascua de este malboro es un lujo. ¡Un lujo de doscientos cincuenta mil euros!

“Tenemos el piso pagado, podemos permitírnoslo. Nos servirá para relajarnos”. Relajarnos… ¡Nos iba a servir para relajarnos!

“Hoy, 8 de agosto de 2009, le he propuesto a Ramón que construyamos una casa en el pueblo”. Eso fue lo que acordamos y lo que firmó. Bien sabía yo que si la cosa venía torcida la culpa sería mía. La verdad es que fui un poco cabrón obligándole a firmarlo…

Al verano siguiente terminada.

¡Y al siguiente separados!

Esta vida es traicionera.

De vivir en la ciudad, con tres mil euros de sueldo, llamándome clientes para cerrar pedidos de cinco cifras, viviendo con mi chica, con vacaciones fuera de España todos los años, con ropa de marca, cenando fuera todos los sábados… He pasado a vivir en el pueblo, a cobrar la miseria del subsidio, recibiendo llamadas del banco para que pague, solo, de vacaciones permanentes, usando la ropa que me va quedando y comprando nueva en el hipermercado…

Lo de cenar fuera los sigo manteniendo, ¡pero en casa de mis padres!

Parece paradójico, pero en tres años mi vida ha cambiado de forma radical.


¡Mi único consuelo es este cielo!

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