viernes, 9 de enero de 2015

En las trincheras

Dentro de de cien años nos gobernarán
hombres que sólo busquen el bien general.


Esta humedad me va a matar. Con este amanecer van ocho en los que el sol sólo es un resplandor lejano en esta maldita y densa niebla.

La trinchera es un lodazal. En este barro blando se hunde la bota y se me mete dentro dejando los pies mojados permanentemente.

¡Ocho días de niebla continua!

¿Y por qué? ¿Por qué tenemos que estar es este agujero?

El día de Noche Buena vencimos nuestros miedos y no hubo ni un disparo. Ni ellos ni nosotros. Se necesitaron pocas palabras: “¡Si tu no disparas yo no disparo!”. ¡Qué fácil fue! Pocas palabras, pronunciadas a gritos, sí, pero  sin cita previa, sin parafernalia, sin mesas de nogal, sin estilográficas Waterman, sin escribientes…

¿Y el Káiser no puede hacerlo?

Soy un patriota, nadie ama más a mi querida Alemania que yo y lucharé por ella hasta entregar la última gota de mi sangre germana… ¿Pero por qué esta guerra?

Me di la mano con más de treinta de mis enemigos. ¡Enemigos! ¿Enemigos por estar en la trinchera de en frente? ¿Enemigos por nacer en un país que habla una lengua diferente? ¡Enemigos por tener gobernantes diferentes!

Me duelen los dedos de los pies. Estoy helado. ¡Esta maldita niebla!

Ese día fumamos juntos, yo encendí mi pitillo con el cigarro de un francés. ¡Dos días sin disparos! Pudimos enterrar a nuestros muertos. Nuestros y de ellos, pero nuestros todos… ¡Servían en un bando y los mató el otro! Todos ayudamos a cavar las tumbas, no importaba el color del uniforme.

¿Y por qué hoy seguimos así? ¿Es nuestra esta guerra? ¿De quién es la guerra?

Si los soldados de uno y otro frente hablásemos esto acabaría. Volveríamos con nuestra familia. Dejaríamos atrás las trincheras, el barro, la niebla, el frío…

¿Por qué estamos aquí? Somos títeres que bailamos al son que tocan los que ganan con la guerra, aunque su país pierda. ¡Su país! ¿Les importará su país?

Y esta niebla… No deja ver las trincheras de los que dicen son nuestros enemigos.

La otra niebla, la que no se despeja jamás, no deja ver las razones de esta sinrazón. Dentro de cien  años los habitantes de la Tierra no se dejarán embaucar por este tipo de gobernantes que sangran a sus pueblos. El pueblo tendrá la educación y la formación suficiente para no dejar  que accedan al poder personajes que sólo piensen en si mismos.


¡Nací demasiado pronto y moriré joven por culpa de esta guerra! Dentro de cien años los hombres podrán y sabrán elegir a quienes los gobiernan sin dejarse engañar… Navidad de 2014… ¡Dentro de cien años!

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