viernes, 7 de octubre de 2016

De otros mundos

¿Todos somos iguales?
¿De dónde vienen nuestras almas?
 ¿Por qué sufrimos?


Cada día siento más añoranza. Ya hace demasiado que no voy. Ya hace demasiado que no siento el viaje. Ya hace demasiado que no siento la llegada. Ya hace demasiado que no siento la fuerza de atracción de mi mundo. Ya hace demasiado que no siento su olor. Ya hace demasiado que no siento la radiación de las dos estrellas que me vieron nacer. Ya hace demasiado…

Pero queda poco. Dentro de poco podré volver a sentirlo. Según el último psicomensaje la Tierra pasará por la zona del agujero de gusano “¬|∂◊+++-“ en el solsticio de invierno. Ese día, en la noche, mientras duermo, durante unas cuatro horas terrestres, podré pasar un largo tiempo en mi mundo. Con mis amigos de verdad, con mis padres de verdad, con mis hermanos de verdad…

En este mundo terrestre lo único que tengo de verdad es el mundo personal que tanto me ha costado crear dentro del mundanal mundo humano. Fuera de mi mundo personal suelo encontrar cierto grado de rechazo; es el precio a pagar por ser diferente, extraterrestre.

Llegué una noche de invierno. Me trasladé a este planeta a través del mismo agujero de gusano que usaré para hacer la próxima visita. Entonces la configuración óptima fue quince días después del solsticio de invierno.

Recuerdo que faltando menos de un mes para el viaje estuvimos a punto de abortarlo. La que iba a ser mi madre (y al final lo fue) se cayó de una mesa a la que se había subido mientras pintaba un techo. Si no llega a ser por la rápida intervención del equipo que coordinaba el viaje, el feto que crecía en su interior, de ocho meses de gestación, habría muerto. Los daños, importantes, fueron sanados y la cuenta atrás siguió, “aterricé” en este planeta en el seno de una familia de felices cuatro miembros.

No me esperaban. No era un miembro de la familia deseado. Ellos ya tenían su mundo y yo se lo distorsioné.

A todos los de mi especie, durante nuestros tres primeros años nos cuesta adaptarnos a la atmósfera terrestre. No debería ser así usando como usamos un cuerpo 100% humano pero es un defecto que no hemos conseguido subsanar. Sufrí las correspondientes crisis respiratorias que provocaron mi lloro constante. Pero sobreviví.

A partir de los cuatro años mi cuerpo se comportó como el de cualquier otro humano. Todo dentro de la normalidad.

Lo que sí que echo en falta es el calor emocional. Es otro defecto que no hemos conseguido solventar. Causamos rechazo en nuestra familia adoptiva, aunque ellos no saben que somos diferentes sienten que no somos como ellos y nos rechazan. Nos pasa a todos. A mí también. Y eso es lo que más daño nos hace.

Nos hace daño porque nuestra especie se entrega al servicio de los demás. Nunca dice que no a una solicitud de ayuda o colaboración. Nos sacrificamos, especialmente por nuestra familia terrestre. Pero el pago que recibimos es desdén, desaire, desatención… Por eso es tan importante los retornos temporales a nuestro mundo..

Mi próximo retorno será el séptimo. Aproximadamente cada siete años volvemos. Con edades de siete años, de catorce, de veintiuno… Y cuando retornamos a la Tierra volvemos renovados, nuestra relación con el mundo terrestre la vemos de otra forma y crecemos, cambiamos, evolucionamos.

Me queda poco para cambiar. Estoy deseando renovarme. Los dos últimos años de cada periodo se hacen muy difíciles, muy pesados, el ánimo baja enormemente. Pero cuando retorne de nuevo a la Tierra será otra historia. Mis dos queridas estrellas, alrededor de las que orbita mi planeta, son especiales. La más brillante nos da un ánimo que es difícil de describir. La enana naranja, que sólo se ve al amanecer y al atardecer, como Venus en la Tierra, es la que nos renueva la energía y nos empuja a un nivel de consciencia superior. Esa estrella es la clave de mi civilización y su influjo es el que nosotros, los infiltrados, debemos distribuir por los planetas a los que nos destinan.

Con ese influjo debemos contrarrestar el de los colonizadores procedentes de los mundos ruines, que se nutren del dolor y el sufrimiento humano. Que usan la amargura, el padecimiento, la pena humana como combustible para sus máquinas de placer. Placer para ellos. Placer macabro a costa de estas pobres gentes.

Cuento los días que quedan para mi partida. Esa noche simplemente seré sustituido por un holograma de energía durante cuatro horas terrestres y viviré en mi mundo un tiempo que para mí será como un año terrestre. Volveré renovado y con ganas de luchar y de dar felicidad.

Lo necesito.




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