viernes, 9 de diciembre de 2016

Fiesta de empresa por Navidad

Cuando empiezas el melón,
te lo comes entero.


Las doce…

He dormido cinco horas de un tirón. He de ir al baño.

Aun huelo a sexo. ¡Vaya noche con Sara!

Ya no aguantaba más… ¡Tenía la vejiga llena!

Esta ha sido una cena de Navidad increíble. Al final nos hemos quedado sólo los cuatro. Sara, Mila, Luis y yo. Cuando todos se iban nosotros cuatro hemos dicho que nos tomábamos la penúltima.

Aún no he dormido suficiente, necesito un par de horas más.

Sara y yo hemos estado toda la noche con picardías, vaya marcha tiene. Mila y Luis estaban en su salsa. Llevan más de un año saliendo juntos a espadas de sus cónyuges. Las cenas que organizan los de su sección todos los meses los ha llevado a tener una relación paralela. Es un secreto a voces y sus parejas lo desconocen. Y anoche estaban especialmente cariñosos entre ellos, sobre todo cuando nos hemos quedado los cuatro solos.

Al final terminarán como yo, divorciándose, y cuánto más tarde confiesen más doloroso será para sus parejas y más virulenta será la separación.

La cama aun huele a Sara. Tengo que dormir un par de horas más para ser persona, que noche…

A las cinco hemos dicho los cuatro que debíamos irnos ya, pero los cuatro sabíamos que no nos íbamos a dormir. He oído como Luis le ha dicho a Mila mientras le guiñaba un ojo: “El asiento de atrás nos espera, se nos hace tarde.”

Yo me he ofrecido a llevar a Sara a su casa “para que no le diera frío”. Ella, con cara de pícara ha respondido: “¿Seguro que si me llevas no me va a dar frío?”

Hemos ido a por el coche y al entrar en el parking la he cogido y la he abrazado mientras la besaba. Ha sido el primer beso.  Ella se ha dejado llevar y los besos han animado a mis manos, que se han tomado ciertas libertades con su vestido…

El recuerdo del tacto de sus braguitas aun despierta deseo en mí…

Le he propuesto venir a mi casa a tomarnos algo más. ¡Y vaya si nos lo hemos tomado…!

Mientras conducía mi mano pasaba de la palanca de cambios a su pierna. Ella, sin mucha convicción, la quitaba y reía picarona diciendo: “¡Que nos van a ver!”

Cuando subíamos en el ascensor desde el garaje a casa, nos hemos fundido en un beso y he explorado zonas más escondidas de su anatomía. Me ha encantado comprobar que sus labios verticales eran tan jugosos como los horizontales.

Con estos recuerdos no sé si voy a poder dormirme…

Hemos entrado en casa y en volandas la he traído al dormitorio.

¡Vaya cena de empresa! ¡Y vaya postre!

Después de disfrutar no sé cuánto tiempo y de quedarnos abrazados, ella me ha despertado. Ha dicho que se iba a duchar para que su marido no la descubriera por el olor, menos mal que le he avisado a tiempo: “¡No te duches! Usa el bidé. ¡No uses gel, sólo agua y sólo en las zonas comprometidas! Si llegas a casa oliendo a magno vas a tener problemas”.

Le ha dado un ataque de risa mientras se lavaba en el bidé.

¿Repetiremos?

Ella tiene a su marido y a sus hijos. Yo ya perdí a mi mujer y a los chicos los tengo cuando me toca. Mi camino por el desierto empezó también en una cena de trabajo. Empecé el melón y me lo comí enterito. Me comí hasta las pepitas, que se me indigestaron. La aventura no duró dos años. Desde entonces solo.

El lunes será otro día. Nos veremos, trataremos de disimular… Pero siendo como es ella, abierta, afable, decidida… tengo claro que habrá más noches como ésta. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario